Ejemplo de un trauma con la t pequeña

Todos nosotros hemos sufrido traumas con la t pequeña. Cuando escuchamos la palabra “trauma” vienen a nuestra cabeza acontecimientos vitales de extrema gravedad como un robo, una violación o un accidente grave, siendo lo que en EMDR se definen como traumas con la T grande, pero a lo largo de nuestra vida y en especial en la infancia nos ocurren otro tipo de experiencias, tal vez no tan extremas en teoría y que podríamos definir como traumas con la t pequeña. Este tipo de traumas son mucho más habituales de lo que pensamos y su existencia también nos condiciona la vida en el presente. Voy a contaros una historia para que podáis ver un ejemplo de un trauma con la t pequeña.

Imaginemos a una niña de 5 años a la que vamos a llamar Anita. Un día mientras estaba caminando junto a su padre por el parque alza la mano para agarrar la de su padre y este sin darse cuenta echa el brazo hacia atrás golpeando la cara de Anita. En ese momento la niña experimenta una intensa emoción negativa que podría verbalizarse como “no puedo conseguir lo que quiero, hay algo malo en mí”. Este acto de culparse a sí misma es muy habitual en los niños que suelen asumir la culpa de los errores o fallos de sus padres. Las emociones y sentimientos intensos de inutilidad e impotencia, las imágenes, sonidos y el dolor del golpe se almacenan en el sistema de memoria de Anita formando lo que en EMDR se llama un nodo. Esta experiencia se convertirá en un acontecimiento principal en la vida de Anita y que determinará la definición de sí misma en el futuro. Al cabo de un rato Anita ya no recuerda nada de lo ocurrido y prosigue el paseo por el parque con su padre. Los recuerdos se almacenan en modo asociativo, por lo que es probable que el siguiente acontecimiento que Anita experimente en forma de rechazo, se enlace con el nodo creando una red neuronal de memoria almacenada a nivel fisiológico y que el cerebro de Anita utilizará para definir su autoestima. Las experiencias posteriores de rechazo que tenga Anita por parte de la madre, hermanos, amigos y otras personas pueden conectar con el nodo en canales de información asociada.

La verbalización con carga emocional “no puedo conseguir lo que quiero, hay algo malo en mí” que Anita se formuló se conectará asociativamente con la red neuronal generalizándose en cada una de las experiencias posteriores que experimente. El proceso continuará ya en la adolescencia de Anita cuando, por ejemplo, experimente el rechazo de un maestro o un novio. De esta forma, puede que todos los acontecimientos posteriores relacionados se conecten al mismo nodo y adopten las atribuciones de la experiencia original. ¿Qué sucede cuando a la ya Ana adulta le ocurre algo que parece o incluso amenaza con convertirse en un rechazo? Pues que esa nueva información la asimilará en la red de memoria y la idea “no puedo conseguir lo que quiero, hay algo malo en mí” junto con sus emociones las generalizará y asociará con ella. Con el tiempo es muy probable que Ana desarrolle una creencia de profecía autocumplida y que cualquier mínima sugerencia o posibilidad de rechazo dispare la red neuronal con la cognición dominante de que hay algo malo en ella. El comportamiento y las atribuciones resultantes de Ana en el presente son disfuncionales porque lo que las motiva y alimenta son la emoción, el miedo, el dolor y la impotencia adquiridos en esa primera experiencia y a la que se han ido añadiendo todas las experiencias posteriores. Por tanto, el dolor de la infancia continúa disparándose en el presente y debido a la naturaleza asociativa de la memoria las evaluaciones que Ana haga de sí misma y del mundo serán disfuncionales. Cuando se encuentre en una situación social o de trabajo en la que desee algo se le estimulará la red neuronal con las emociones verbalizadas de “no puedo conseguir lo que quiero, hay algo malo en mí” teniendo como resultado que las emociones, el nivel de perturbación y la creencia autodenigrante dificultarán seriamente su conducta funcional y sus relaciones en el presente.

Muchas experiencias de la infancia están impregnadas de una sensación de impotencia, de falta de opciones y de falta de control e inadecuación. Incluso en las mejores infancias existen momentos en los que el niño, con sus escasos recursos psicológicos, se siente descuidado, abandonado o impotente. EMDR postula que incluso esas experiencias normales pueden haber sido experimentadas por el niño de forma traumática y causar disfunciones a lo largo de su vida. 

La resolución de la perturbación se logra mediante la estimulación de los procesos de autocuración innatos del paciente. Para EMDR el mecanismo de procesamiento de la información está diseñado fisiológicamente para resolver perturbaciones psicológicas, del mismo modo que el resto del cuerpo esta organizado para curar una herida física. La disfunción psicológica con todos sus elementos complejos de falta de autoestima y autosuficiencia está generada por la información almacenada en nuestro cerebro y a la que con la terapia EMDR se accede, se procesa y se resuelve de forma adaptativa y definitiva.